Quien lee aprende y quien aprende enseña. Sucede casi siempre con personas que gustan leer, muchas veces de todo, como en botica. La lectura de libros científicos, obras literarias, biografías, autobiografías, novelas, cuentos, historia universal y reciente y si uno se descuida muy pronto tendrá una biblioteca que no tendrá espacio donde poner tantos libros.
Mi solución, en este tiempo de la internet es regalarlos, no conservarlos físicamente, guardar sólo lo que la memoria retenga o interese de lo aprehendido en ese momento de la lectura, luego pasarlos a otras manos, interesadas o no.
Desde niño me gusta mucho leer y también escribir, en esa etapa escribía poesía sobre lo que ocurría en mi entorno, como aquella que titule “desde la cima de un árbol” y de lo que desde allí podía ver.
Me identifico más con aquellos escritores que sus obras literarias, con las cuales se han dado a conocer, hablan no sólo del pasado, también de su presente, de esa realidad que les ha motivado a escribir y dedicarse a ello con tal empeño y dedicación que le ha merecido el lugar que ocupan en el mundo de las letras.
Por eso me encanta y me identifico con la poesía de Benedetti, “los 100 años de soledad” de García Márquez, los poemas de Pablo Neruda,” la casa de los espíritus” de Isabel Allende, la crítica social en “el hombre mediocre” y “las fuerzas morales” de José Ingenieros o en “las venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano.
Son, por mencionarlas, algunas de las obras literarias de autores más conocidos, con las que exhortó, a todo joven interesado o con inclinaciones al mundo de la escritura y la literatura, lean y aprendan de los mejores.
Es igual de importante también para los mismos, aprender y conocer de filosofía sobre todo de la antigua Grecia, la cuna de la filosofía clásica, como fueron Sócrates, Platón, Aristóteles, etc.
Con la filosofía se aprende a descifrar una cosa de otra, con ella se amplía el juicio y se adquiere la certeza de discernir de errores que, en muchos casos, mantuvieron al hombre estancado por siglos en un pensamiento equivocado, improductivo y poco conveniente para el desarrollo científico de la humanidad, en épocas pasadas.
Reitero, es importante conocer algunos de estos planteamientos y posiciones de la filosofía clásica, sobre todo la filosofía griega, pero es igual de importante comparar lo pasado con lo presente y ese antes y después lo marca una obra fundamental del desarrollo político y social de esta época, me refiero a Carlos Marx y su obra “el capital”.
Considero que, quien tiene la vocación de escribir, debe fijar su interés y su compromiso, no en lo pasado y lejano sino además en lo presente y cercano, aunque con esto se granjee animadversiones. Parodiando a la canción de Pablo Milanés “pobre del escritor de nuestros días que no arriesgue su pluma por no arriesgar su vida”.
No discrimino ni juzgo a quienes no lo hicieron ni lo hacen, también los leo y hay más de un premio nobel en ese grupo, pero me quedo con aquellos que incluso sacrificaron un premio nobel por dejar plasmada en las conciencias de tantos, esa cara de la realidad que otros niegan por conveniencia. “no hay que temer a la muerte, si hay que tener miedo es, a no saber vivir.”
Por Ebert Gómez Guillermo