El pasado sábado 7 de mayo del 2022, será una fecha imborrable en la historia de mi existencia. Nunca tuve la plena seguridad de que la vida me permitiría lograr lo que para mí era un sueño: ver a Emmanuel Arturo Acha Martínez.
Sé que muchos se preguntarán: ¿Quién diablo es ese? Y mi respuesta será, con todas las fuerzas de mi corazón: ¡Emmanuel!
Nació en la ciudad de México, el 16 de abril de 1955, hijo de una cantautora y bailarina de flamenco española y de un argentino, matador de toros. Tiene un hijo, con todas las condiciones para seguir sus pasos.
Ya comprada la boleta, con todos los sacrificios del mundo, se presentó una situación de tristeza, la cual me obligó a ir prácticamente de incógnita a ver el espectáculo maravilloso, fuera de serie, pero afortunadamente, la maravilla que tenía ante mis ojos, logró que, durante la permanencia en el show, solo me concentrara en lo que estaba viviendo.
Al igual que el título de su espectáculo, “Toda la vida”, así estará mi corazón, debido a que, en los años que me queden por vivir, esperando que sean muchos, en mi miente siempre estará grabado ese espectáculo. La emoción se negaba a admitir lo que mis ojos veían, y aunque han pasado algunos días, aún siento ganas de llorar cuando pienso en lo vivido.
Me fascinan los artistas que se cuidan. Como siempre, Emmanuel mostró una imagen impecable, donde se puede apreciar que hay mucha disciplina, tanto en su cuerpo, como en lo que entra por su boca.
El concierto llenó todas mis expectativas; desde del inicio, le acompañó una banda musical increíble. No creo que muchos artistas, que pudieran ser hijos o tal vez nietos de él, puedan desplazarse por las pistas realizando tales acrobacias.
Llamó poderosamente mi atención cuando él se dirigió al público; sus palabras fueron como un bálsamo que invadió el teatro. Ahí causó mucha sorpresa, cuando explicó que las letras de la canción Enséñame, están dirigidas a Dios. Casi todo el que la oye, piensa que está dedicada a una mujer. Excelente.
Durante la presentación, realizó tres cambios de vestuario, el último, de un color rojo intenso, acompañado con un sombrerito, con el cual, en la mano derecha, de espaldas al público, ejecutó unos movimientos que trajeron a mi mente a Charles Chaplin.
Emmanuel: único, insuperable, inolvidable. Ojalá que la vida me permita repetir la experiencia.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica