Generalmente cuando hablamos de clases sociales, de manera inmediata pensamos en las personas. Difícilmente se nos ocurriría pensar en un perro o en un gato.
El tema viene a colación debido a que hace unos días, le consulté a una gran amiga una serie de situaciones por las cuales atravieso cada día, debido a que el frente de mi casa es utilizado como si fuera un inodoro público por una serie de perros residentes en el sector.
Creí haber descubierto la fórmula del agua tibia, cuando ella me recomendó un lugar donde venden un repelente especial para perros y gatos, el cual según las instrucciones, tan pronto es olido por estos animales, sin ningún peligro para ellos, los aleja del lugar.
Además de lo costoso que es el producto, tiene un tamaño bastante pequeño. Para obtenerlo tuve que usar los servicios de una sobrina que más o menos trabaja cerca de donde lo venden, y sacrificó su hora de almuerzo para “resolverme” la situación.
Otro tema fue que tuve que realizar una transferencia dos veces, pues me equivoqué con un número.
Luego de recibir el producto, acto seguido, bien temprano en la mañana, barrí el frente de mi casa, y procedí a rociar el spray mágico.
¿Resultado? Los perros olfatean y siguen haciendo lo mismo. Se han burlado de algo tan sofisticado.
Socializando esta situación con mi hijo, no pude aguantar la risa cuando él me dijo que eso posiblemente funcionara en las grandes urbanizaciones donde viven los ricos, que los perros barriales, se burlaban de eso, concluyendo que los perros también son popis y wawawa.
Finalmente, el producto solo ha servido para encontrar tema para escribir.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica