Han pasado ya algunos días, desde que mi dermatóloga me envió un mensaje preguntándome cómo estaba mi piel. Esto se debe a que, en otros tiempos, yo era prácticamente maniática con el cuidado tanto de la cara como de mi pelo.
Para no dejarla en “visto”, le comenté que le respondería más tarde, porque hay muchas razones difíciles de explicar.
En el caso de mi piel, podría decirle que está normal, uso mis cremas sin el afán desmedido de años atrás, pero, en lo que al pelo se refiere, le diría que éste, prácticamente, ha ido “desapareciendo” del cuero cabelludo. ¿Cómo? Realmente, no estoy en capacidad de dar una explicación.
Ella, como toda profesional, intentará decirme que todo esto se resuelve con los tratamientos adecuados, pero, lamentaría mucho tener que decirle que tengo dos razones para quedarme calva: la genética y los años.
Que no pienso luchar en su contra, que lo acepto, me siento cómoda y decidí buscar otras alternativas, tales como los turbantes, pelucas, peluquines, gorros, etc., con los cuales me siento atractiva y diferente, feliz de saber aceptar el paso de los años, sin sentirme derrotada.
Las condiciones cambian, y, por ende, los seres humanos también. El factor principal que influye en esto, es el paso de los años, y, además, el aprender a entender que muchos procesos que ocurren en nuestro cuerpo son irreversibles, especialmente si nuestros recursos económicos son limitados. Uno de los mejores productos de belleza, se llama autoestima elevada y no la venden en farmacias.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica