Existen personas que maldicen o se acomplejan por vivir en un barrio marginado. Toda la vida, por nuestras limitaciones económicas hemos vivido en dos, y podemos asegurar que, a pesar de las diferencias que marcan los estudios y el nivel de educación, se puede vivir en ellos, estableciendo algunos límites y ganándose el respeto.
Aunque por razones de salud, hay algunas cosas que se dan día a día, y que a pesar de la envidia que me producen a mí, de manera personal, no puedo comerlas. Me muero de la envidia, cuando me pasan por el lado, comiéndose en plena calle un suculento plato de fritos, espaguetis y longaniza. Les juro que haría cualquier cosa por estar en ese cuerpo.
No hay problemas con el desayuno, debido a que en cualquier esquina, se puede encontrar desde arepas y yaniqueques, hasta una deliciosa fritura, capaz de revivir a un muerto.
Eso que les acabo de explicar se ve a diario, pero existen negocios más formales, con carpas, sillas plásticas y vitrinas niqueladas, con un menú tan excelente, que no tiene nada que envidiar al más lujoso de los restaurantes.
En la cena también, puedes encontrar igual o más variedades que las antes detalladas.
Siempre en estos barrios existen «profesionales» en todas las áreas: Electricidad, plomería, y otro que no puedo dejar de mencionar, el «todólogo».
No sé por otro barrio, pero en el nuestro, no es necesario ir al mercado, debido a que todo el día pasan camionetas vendiendo toda la variedad de víveres que existen.
Igual sucede con las frutas, de manera personal, tengo mi frutero con las mercancías más selectas.
No hay que salir a comprar helados, debido a que Bon tiene una hermosa camioneta techada y muy higiénica que pasa todos los días, con horario fijo.
También pasan a diario, vendedores de sandalias, agujas, mata ratones, mascarillas, y algo que no se puede olvidar, pollos vivos, los cuales matan y pelan al momento de comprarlos.
Si te ganas el respeto de las demás personas que conviven contigo, todos los problemas que se presenten, podrás resolverlos más rápido que inmediatamente. Como hemos aprendido a buscarle la vuelta a las situaciones, vivimos como dos reyes. Nos respetan, nos cuidan, y en algunas situaciones de emergencia, nos han protegido.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica