Si existe sobre la tierra algo que realmente me irrita, es tener que lidiar con personas que, sin estar autorizadas, empiezan a dar opiniones sin que se les pida.
Esta conducta es típica de nosotros los dominicanos, ya que siempre tenemos una sugerencia, o un remedio casero para cualquier dolencia que se presente, aún a sabiendas de que estamos tratando con personas que solo creen en la ciencia.
Temprano en la mañana, cuando iniciaba mi caminata, me puse sumamente odiosa con un amigo a quien conozco de toda la vida.
Me interceptó sin importarle que tuviera puesta mi ropa de hacer ejercicios, y como desde su casa puede observar que en nuestro techo tenemos tres tinacos, me dijo que estamos bien abastecidos, pero que además de esto, debemos hacer una cisterna.
Haciendo un esfuerzo para ser amable, le expliqué que solo somos mi marido y yo, y que nunca tenemos problemas de agua.
No hubo forma de que entendiera que tenemos un moderno sistema, que tan pronto los tinacos se llenan, la bomba avisa que el proceso se completó, y que además tenemos un calentador para las duchas.
Tuve que hacer un esfuerzo insólito para evitar que saliera a flote el deseo de preguntarle si la cisterna que él tiene, le permite todas esas comodidades que nosotros tenemos.
Como era evidente que no entendía nada de lo que yo le explicaba, y comenzó a desarrollar una teoría sobre el tema, agotada y sin disimular mi incomodidad, le dije: Chao, pasa buen día, estoy haciendo mi caminata. ¿Se ganó o no el desplante?
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica