El domingo 22 de enero de este año, ocurrió un incidente en mi barrio, con una carga tan grande de tristeza, que ya podrán imaginar, como en buen dominicano, me rajé a dar gritos.
Empezamos por escuchar un gran ruido, y cuando nos arrimamos para ver, se trataba de una marcha, tan grande, como si todo el sector se lanzara a la calle.
Al principio, no entendíamos qué ocurría, pero luego, alguien nos comentó que se trataba del entierro de una niña. Al parecer, la menor, quien era diabética, fue víctima de un ataque fulminante que, lamentablemente, puso fin a su vida.
Cuando la calma vino a mi destrozado corazón, recordé que hace unos días, en un programa local, un prestigioso médico de nuestro país, habló sobre la diabetes tipo1. Con esto no quiero afirmar que fuera la causa de la muerte de la infante, pero, es un tema para tenerlo bien presente.
Dentro de lo expuesto por el doctor, esta diabetes es hereditaria, pero ella sola, per-sé, no la produce, a esto debe sumársele un factor inmunológico. Según su triste exposición, cuando se descubre, es porque ya venía avanzando.
Ojalá que sea una meta de los gobernantes, brindar toda la educación necesaria, y facilidades de estudios médicos a los recién nacidos, especialmente cuando los padres no tienen la educación, ni los recursos necesarios para detectar a tiempo, a este enemigo tan peligroso.
Es difícil, quizás sea mucho pedir, debido a que, posiblemente, la política provoque más miedo, que la misma enfermedad, y si tienen aspiraciones presidenciales, sientan que eso no les suma votos.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica