Tengo una ventaja que muchas personas no, y es la de convivir con una pareja con tantos conocimientos, que siempre repito que es, “una enciclopedia ambulante”.
A pesar de que la mayor parte del tiempo está extremadamente ocupado, siempre, cuando tengo alguna duda y le consulto, recibo una cátedra sobre el tema que me genera inquietud, y además, algún conocimiento nuevo.
Luego de leer el nombre que una figura del arte le colocó a su hijo recién nacido, con cierta indignación, le comenté lo mucho que me molesta que, actualmente, algunos padres se hayan dado a la tarea de inventarse unos nombres tan complicados, que difícilmente se puedan escribir solo con oírlos.
Es obligatorio deletrearlos y los familiares iletrados, les harán tantas modificaciones al original que, finalmente, el recién nacido terminará siendo llamado de varias maneras.
En ese momento apareció el maestro y me dijo que se podría afirmar que existe una sociología de los nombres, pues, a través de ellos, podemos medir el origen social, los niveles ideológicos y culturales de los padres, además, la época en que nació.
Los docentes y autoridades administrativas de los centros de estudios, al revisar el listado de los estudiantes, pueden advertir el nivel educativo, posición ideológica, religiosa y social de los padres. Es posible que al inicio de la clase, durante el pase de lista, aparezcan los siguientes nombres:
Hitler, Stalin, Lenin, Mozart, Mateo, Leonardo, Francisco Alberto, Miguel Ángel, Shakira, Chayanne, etc.
Respeto mucho el derecho que tienen los padres de elegir algo que se va a llevar por el resto de la vida, como es el nombre, con el cual somos bautizados. Recuerdo que, de manera personal, me costó largo tiempo aceptar el nombre de Epifania, que no sé de dónde diablos lo sacó mi madre.
Fui objeto de bullyng en las escuelas públicas donde asistí. Concepto muy fino que se usa en estos tiempos, pero que al fin y al cabo lo que significa es burla o acoso escolar.
Gracias a Dios y a los conocimientos adquiridos, no les voy a decir que me lo encuentro bonito, pero lo acepto y lo defiendo. Incluso, en el área de trabajo, cuando alguien se lo encontraba feo, con mucho orgullo lo retaba a ver si en la nómina, encontraba a otra persona llamada como yo, pero el proceso de aceptación fue largo, y en ocasiones, bochornoso.
Sería maravilloso analizar detenidamente el nombre que se le va a poner a una criatura, ya que la pobre no puede emitir su opinión sobre algo que llevará a cuestas por el resto de su vida.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica