El accionar de los partidos políticos en la República Dominicana está lejos de colapsar, como ha ocurrido en otros litorales no tan alejados de nuestro solar, y la razón es muy sencilla, vivimos bajo un fuerte sistema clientelista, apadrinado por todos los que han ejercido el control de la cosa pública, sin excepción.
No significa esto, en modo alguno, que seamos beneficiarios de un sistema de partidos que se haya fortalecido como consecuencia de su accionar, conforme lo establecen los objetivos que dan sentido y sustento a su existencia, sino, más bien, todo lo contrario, son la causa de nuestros males, pues lo han permeado todo.
Para muestra, consideremos lo que establece la Ley No.33-18, de Partidos, Agrupaciones y Movimientos Políticos del 15 de agosto de 2018,” Artículo 11.- Contribución a la educación cívica. Los partidos, agrupaciones y movimientos políticos contribuirán con la formación de los ciudadanos en materia de educación cívica, manejo de las funciones públicas y ética”. juzguen ustedes.
Acaso es un secreto que, tal y como afirma la gente común en nuestras calles, de manera consuetudinaria, “en nuestro país todo se politiza”, y un buen ejemplo de esta afirmación lo constituye el hecho de que, desde la desaparición del tirano, Rafael Leónidas Trujillo Molina, hasta nuestros días, los partidos políticos han tratado de alzarse con el control de todos los puntos que pudieran significar, de algún modo, un espacio de poder, desde juntas de vecinos, hasta el más “respetable” gremio de profesionales.
Contrario a lo que expresan algunos hacedores de opinión, pienso que hemos avanzado muy poco como sociedad, un ejemplo de lo que escribo es el resultado del reciente escrutinio para elegir a los nuevos incumbentes del Colegio de Abogados de la República Dominicana (CARD). Cada parcela política tenía su candidato.
Y tal como ocurre en cada proceso electoral, así sea para elegir quien come primero, desde que tengo uso de razón, en este país nadie pierde. No importa que tan acreditado esté el árbitro, el o los perdedores siempre tendrán elementos para desacreditar al árbitro, para denunciar fraude a cargo del ganador, en fin, cuantos pretextos sean necesarios para negar los resultados, sin dejar de reconocer, claro está, que somos víctimas, en sentido general, de “la cultura del fraude”.
Por Daniel Rodríguez González