Debemos ser muy cuidadosos cuando afirmamos algo, ya que, muchas veces, de nuestra boca salen palabras que no son las oportunas, o que, simplemente, no representan lo que queríamos decir.
En días pasados, en un canal local, estaban entrevistando a una profesional de la salud mental. Ella estaba hablando en torno al caso de la niña de nueve años, que fue asesinada e introducida en un saco y luego lanzada al mar.
Como colega, empecé a prestarle atención a lo que argumentaba, ya que sus explicaciones eran certeras, pero hubo un momento en que, con mucha vehemencia, empezó a marcar de una manera insistente la diferencia entre una familia rica y una pobre.
Dijo que, cuando se trata de niños criados en el seno de una familia rica, sus padres siempre se dan cuenta si estos necesitan ayuda psicológica, cosa que no sucede cuando se trata de niños pobres.
Fue tan reiterativa con el tema, que se podía interpretar que esos casos no se dan cuando se trata de niños pertenecientes a familias adineradas.
Me gustaría poder decirle a ella que mi madre, dada su gran precariedad económica, me crio en el centro de unas viviendas que existían en unos callejones inmensos, llamado “cuartería”. Tenían un baño común para todos sus habitantes, y yo chiquita, mi madre me bañaba dentro de la humilde vivienda, en una “batea”.
Vigilaba de manera personalizada, cuando, por alguna necesidad perentoria, yo debía usar la “letrina”, y a pesar de no saber casi de letra, me hablaba siempre de los peligros que representaba vivir en las condiciones que vivíamos. Me cuidaba de manera excesiva.
Como profesional de la salud mental, en ningún momento mencionó la educación, ya que existen personas muy pobres, con un nivel de formación tan grande, que aún dentro de sus precariedades, saben cuidar a sus hijos.
Muchas veces, las personas adineradas delegan la responsabilidad de los hijos a la persona que los cuida, la cual, casi siempre, es de origen pobre.
Entiendo que su intención no fue marcar la diferencia tan grande que existe entre ambas clases, cosa que todo el mundo sabe, ni dar por sentado que estos crímenes sólo existen en las familias pobres. De ser así, me gustaría oír su opinión en torno al caso Llenas-Aybar.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica