Durante estos días, en varias ocasiones he pensado y escrito sobre lo difícil que es la convivencia en pareja. A veces nos creemos perfectos, e ignoramos que cada ser humano es único e irrepetible.
No importa el nivel de educación que ambos tengan, los exabruptos afloran, es totalmente normal, especialmente cuando la unión data de muchos años, pero si hay amor y respeto, siempre llega la calma, y debemos autoanalizarnos, y si es necesario, pedir perdón.
De manera personal, siempre he estado convencida de que en la vida todo pasa por algo. Por esto, me atrevo a escribir sobre este tema, que para mí, de manera personal, es un testimonio.
El pasado martes 5 del mes en curso, falleció mi cuñada Victoria, una persona muy especial para mí. Como es lógico, toda la rutina de la casa, se transformó.
Sucedieron una serie de cosas, que afectaron mi metabolismo, alterándome el sistema nervioso, algo muy característico en mí, cuando me cambian el horario que ya tengo mentalmente establecido.
En fracciones de segundos, reaccioné explosiva, y como decimos en este país: “me comí ripiao” a mi pobre marido, quien realmente no era culpable de cómo yo me sentía.
¿Saben cuál fue el castigo que recibí? Luego de estar en el velatorio, pasado mucho rato, precisamente cuando había recuperado el control de mis emociones, llegó el esposo de mi cuñada, al cual hubo que llevar de emergencia al médico, empezó a llorar desesperadamente, y a repetir que después de tantos años juntos, cómo iba a soportar la vida en esa casa sin su compañía.
Creo que eso me afectó más que la muerte de ella y me puso a analizar. Primero le pedí perdón a Dios, y tan pronto tuve la oportunidad, de manera humilde, hablé con ese roble de hombre, con el cual he convivido durante cincuenta años, quién nunca me ha faltado al respeto, y siempre me ha demostrado amor por encima de todas las cosas.
Entiendo que lo vivido, me bajó del trono, y desde ese día, hago todo el esfuerzo necesario para entender que los años, en los seres humanos, pasan, pesan y pisan. ¡Lección aprendida!
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica