Mente consciente y mente subconsciente

“El subconsciente es toda la información que está almacenada en la mente del ser humano sin que este la perciba de manera consciente. Sin embargo, influye en su manera de actuar y de comportarse ante determinadas situaciones. El consciente está relacionado con la parte más racional del individuo. El ser humano está conectado con esta parte para llevar a cabo sus tareas diarias y las desarrolla y percibe de manera consciente a diferencia de la información que tiene registrada en su subconsciente”. (https://economipedia.com/definiciones/diferencia-entre-consciente-y-subconsciente.html.)

Esto forma parte de los aprendizajes recibidos en el curso de Programación Neurolingüística que recientemente realicé.

Nuestra mente se divide en dos: la consciente y la subconsciente. En la primera, está registrado todo lo que está sucediendo, todo lo que nos llama la atención; en la segunda, está almacenado todo lo que no recordamos.

Lo que más llamó mi atención es que, cuando hacemos grandes esfuerzos para recordar algo, es como si forzáramos a la mente subconsciente, pareciendo que ésta se negara a colaborar.

Todos vivimos esto cuando nos encontramos con alguien conocido, y estamos plenamente convencidos de que sabemos quién es, pero ni pidiéndole a todos los santos de nuestra devoción, logramos recordar su nombre. Podemos sentir una gran presión en el cuello, y hasta un fuerte dolor de cabeza.

Lo más recomendable en estos casos, es desistir del intento de recordar, soltar la búsqueda, y veremos, cuando nos hayamos relajado, como, de manera automática, llegará a nuestra mente consciente el recuerdo que con tanta ansiedad hemos estado buscando.

En días pasados vino a mi casa un joven al cual quiero mucho, el aprecio es tan grande, que él me dice tía. Tan pronto llegó, mi mente consciente sabía perfectamente quien era, pero la subconsciente se obstinaba, de manera diabólica, en hacerme la vida imposible. Conversamos por más de media hora y honestamente, en mi interior, además de avergonzada, me estaba volviendo loca.

Como en ningún momento me relajé, y no di oportunidad a que esta mente hiciera su trabajo, cuando llegó mi marido, desesperada, tuve que pedirle ayuda para recordar el nombre del joven.

Si me hubiese relajado, haciendo otras cosas y soltando la obsesión que yo tenía, en cualquier momento, me hubiese acordado. Lección aprendida.

Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)

*La autora es psicóloga clínica

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