Una de las condiciones básicas para el funcionamiento de una democracia de calidad, lo constituye el debate político libre, abierto y plural de las ideas, sobre la base del respeto a los planteamientos de cada quien, la libertad de expresión es parte fundamental de los derechos fundamentales en una democracia y hay que defenderla siempre, hasta el final.
Lamentablemente el uso de la mentira, la calumnia, la difamación y la difusión de falsos rumores con fines políticos, se ha extendido en nuestro país como la verdolaga, lo que ha sido posible porque algunos medios de comunicación y fundamentalmente las redes sociales permiten la amplificación de todas estas falsedades que desvirtúan el debate político deteriorando gravemente la calidad de la democracia, la convivencia e incluso fomentando el rencor y el odio.
En el debate político se miente mucho y la mentira corroe la política y la priva de legitimidad porque sólo los ciudadanos que pueden acceder a una información libre, objetiva y plural pueden tomar sus decisiones con fundamento, en la República Dominicana el sectarismo, la perversidad y el atraso político de algunos partidos y líderes políticos, están favoreciendo un clima de confrontación y odio que en nada beneficia el interés nacional del pueblo dominicano.
La mentira, la calumnia y la difamación usadas políticamente suelen ser rentables a corto plazo, pero genera efectos devastadores a largo plazo, los auténticos líderes políticos son los que dicen lo que nadie quiere escuchar y los que anteponen la verdad a sus intereses más inmediatos, esto es también es aplicable a la prensa y a las redes sociales, cuyo reto es hoy hacer una comunicación objetiva de calidad sin concesiones a la demagogia y con la voluntad de contar los hechos, aunque ello moleste a los poderosos.
Y es que la difamación y las mentiras, convertidas en instrumento político para perjudicar a los adversarios, deformar su imagen y desprestigiarlos ante la opinión pública, es parte del orden del día de todo personaje frustrado metido a político, incapacitado para afrontar el debate de las ideas, dirigen sus dardos y sus patrañas contra políticos responsables de su papel, no afrontan las tesis contrarias para demostrar que son malas, que están equivocadas o que son dañinas para la sociedad sino que buscan descalificar y destruir a quienes las plantean.
En la República Dominicana abundan los sembradores de odio, los difamadores profesionales y los destructores de honras que calumnian y calumnian maliciosamente a sus adversarios y confían en que de la calumnia algo quede a pesar de los esfuerzos de los agraviados por desvanecer los infundios, es tiempo ya de poner un alto al irrespeto, al insulto y la descalificación que en nada contribuyen, al fortalecimiento del debate democrático y el Estado de derecho.
Los ciudadanos tienen el derecho de expresar libremente sus opiniones sobre cualquier tema de su interés, sin embargo no se debe permitir que las opiniones, ideas, actitudes, creencias o prácticas de una persona que no concuerden con la nuestra nos haga recurrir a los insultos y a la descalificación del adversario, hay que realizar esfuerzos por adecentar el debate político, que es la mejor manera de fortalecer nuestro sistema democrático.
Actualmente estamos pasando por una crisis de credibilidad, en la que por diversas razones hemos dejado de creer en los gobernantes, en las instituciones, en los partidos políticos, en los movimientos y organizaciones, es decir, no creemos en nada ni en nadie, esto ha sido posible porque la ciudadanía está cansada de ver a políticos, partidos e instituciones del gobierno que no resuelven los problemas del pueblo y por el contrario solo se insultan mutuamente y utilizan la diatriba y el descredito, lo que es propio de los incapaces.
La incapacidad política, probablemente alimentada por alguna frustración personal, le da un espacio a la ofensa y a la intolerancia, lo que la sociedad reclama es ver a políticos con capacidad de estadistas, personas que sepan, que son hombres de Estado, que sepan que es administración y gestión pública y que en un momento dado tengan las cualidades suficientes para llevar las riendas del Estado por buen camino.
Hay que Practicar la tolerancia y el respeto, debatir e intercambiar ideas sanamente con argumentos y respeto, disminuyendo la confrontación sin sentido, lo que se puede lograr sustituyendo los insultos y descalificaciones, por la presentación de planes, ideas y planteamientos innovadores que sirvan para enfrentar las diferentes crisis que atraviesa el país y tener la capacidad y la visión para conducir por el mejor camino a la sociedad.
En la República Dominicana, desde la independencia hasta nuestros días, han existido personas y organizaciones sociales y políticas que se han dedicado siempre a tergiversar y a deformar la realidad histórica calumniando y difamando a líderes políticos responsables, a modo de provocar confusiones y desviar la atención del pueblo dominicano, pero la verdad siempre prevalece y la mentira se la lleva el viento, Juan Bosch lo dice de esta manera, “Los infundios son infundios y la verdad queda fija e inconmovible, entera y pura, cuando el viento de los años, pasando por entre los infundios, los va haciendo polvo”.
Este pobre y lamentable ejercicio de la actividad política, descalifica a sus promotores típicos pequeños burgueses, deseosos y desesperados por un liderazgo que no se han ganado en buena lid y que con sus frustraciones, perversidad y tremendismo pretenden mediante la descalificación de personas e instituciones, provocar la desconfianza de la población, creando falta de credibilidad, caos y desorden en el país, haciendo que nuestro sistema democrático se hunda cada vez más en el descredito.
Los que, a fuerza de calumnias, infundios, chismes y mentiras, pretenden dañar reputaciones con acusaciones sin ninguna base, deben ser repudiados por la sociedad, la que debe levantarse condenando estas actitudes irracionales, que estan creando las condiciones para confrontaciones políticas y sociales que en nada benefician a nuestra democracia y mucho menos al país.
La libertad de expresión es sin duda, el fundamento de toda sociedad democrática, el intercambio de ideas, en un marco de respeto y civilidad entre los participantes es un alto a los riesgos que vive la democracia con la mentira y el engaño, por eso, es urgente despertar a una ciudadanía crítica que tome distancia de la ira, indignación y odio producidos por la mentira política para identificar a quiénes están moviendo las pasiones y emociones del país.
una ciudadanía capaz de comprender nuestra realidad histórica, que sea hábil para interpelar a sus gobernantes y sus propuestas y sobre todo, que combine la discusión académica tradicional con la experiencia de representantes de movimientos sociales, políticos e instituciones gubernamentales para instaurar la práctica diaria de la verdad como base de una nueva gobernanza y un verdadero fortalecimiento democrático.
Por Luis Fernández
*El autor es político y comunicador