Martes, temprano en la mañana, aún en la cama, con un tipo de agotamiento, muy peligroso: el mental. Rápidamente me incorporo, dispuesta a echarle ganas a la vida, y no permitir que el diablo haga su trabajo.
Me pongo mi ropa de caminar, y empiezo a pensar que soy una mujer afortunada, pues teniendo tantos años, puedo darme el lujo de ejercitarme diariamente, de caer y levantarme con más fuerzas, y de vez en cuando, ponerme uno de los trajes que mejor me queda: el de loca.
Ya dispuesta a enfrentarlo todo, mientras camino por una calle, que como la mayoría en los barrios, está llena de basura, y de personas fajadoras, sin la educación necesaria para entender que no se debe poner un negocio de vender frutas, al lado de un basurero, pero no importa, como no hay autoridad que supervise eso, así se ganan el pan de cada día.
De repente, empiezo a tararear un pedazo de la canción El Niágara en bicicleta, autoría de nuestro genio de la música, Juan Luis Guerra:
“No me digan que los médicos se fueron,
No me digan que el alcohol se lo bebieron, y que el hilo de coser, fue bordado en un mantel, no me digan que las pinzas se perdieron, que el estetoscopio está de fiesta, que los rayos x se fundieron, y que el suero ya se usó para endulzar el café.”
Entonces, empecé a encontrarle explicación, a que en plena avenida, alguien haya construido una casucha de madera, usando como setos, un legendario y frondoso árbol, y a dejar de pensar donde realiza sus necesidades fisiológicas.
Decidí dejar de analizar tanto, pues tendría que caer en temas políticos, y así evito, que se pierdan los mensajes positivos que trato de reflejar en mis artículos. Total, este es mi país, y no lo puedo cambiar. ¡Valor, conformidad, resignación!
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)