En los últimos años del siglo XX, las guerras civiles, las crisis políticas, económicas, la violencia y otras perturbaciones, incluidos los desastres naturales, provocaron grandes desplazamientos desde países como Colombia, El Salvador, Guatemala, Honduras, Haití, Nicaragua y Perú, estos migrantes se dirigieron principalmente a países vecinos, quienes le otorgaron un estatus legal, aunque no siempre de inmediato.
En estos desplazamientos los nicaragüenses se fueron normalmente a Costa Rica; los colombianos, a Ecuador; los guatemaltecos, hondureños y salvadoreños, a México y los haitianos a la Republica Dominicana. En los años de 2010 en adelante estos patrones empezaron a cambiar drásticamente provocando lo que se conoce como una nueva era de la migración en la región.
En estos años casi todos los países de las Américas experimentaron un aumento del número de migrantes, en muchos casos estas llegadas incluían un gran número de menores no acompañados, lo que hacía más vulnerables los desplazamientos, que necesitan ayuda humanitaria de los gobiernos de acogida, que debieron fortalecer sus sistemas de protección, aumentar la coordinación en la gestión de la migración y las respuestas de emergencia.
Los cambios políticos del hemisferio en los últimos años son muy significativos. Sin embargo, responder a los nuevos y diversificados desafíos del tema migratorio, sigue siendo un asunto pendiente, la transformación de la migración en una temática de primer orden en la región es una oportunidad para que los gobiernos establezcan políticas eficaces, creen instituciones sólidas y comprendan más ampliamente cómo gestionar la movilidad en todo el hemisferio.
Hasta la última década, pocos países de América Latina y el Caribe habían dedicado una atención seria a las políticas de migración y protección y el diálogo intergubernamental era limitado, por lo que se requieren serios esfuerzos para compartir datos, crear nuevas vías de migración, dado que la región acoge actualmente a algunas de las mayores poblaciones desplazadas del mundo.
Aplicar una correcta política migratoria es bien complejo, pero se hace necesario, generar estabilidad y asistencia para las comunidades que acogen a grandes poblaciones de migrantes desplazados; ampliar las vías legales; fortalecer los sistemas de protección; y aumentar la coordinación en la gestión de la migración y las respuestas de emergencia, de modo que los países puedan integrar exitosamente a aquellos que llegan.
En el escenario internacional, la migración de personas de América Latina y el Caribe ha cobrado gran relevancia en los últimos tiempos, según el último informe sobre Tendencias Globales de la ACNUR, dos de cada cinco nuevos solicitantes de asilo en todo el mundo en el 2022 procedían de esta región, quienes abandonan sus países de origen, dejan atrás a sus familias, para enfrentar riesgos, violencia y hambre.
Estos son algunos rasgos que experimentan miles de migrantes de América Latina y el caribe, que dejan sus hogares para conseguir una vida digna y segura, una gran cantidad de ellos emigra a norteamerica, según datos de la ONU 25,4 millones, o el 43,2% de la población migrante total, seguido de Asia 17,55 millones(29.9%), Europa 6,87 millones (11.7%) y Africa 3,27 millones (5.6%)
La migración internacional ha adquirido un rol central en el debate político en América Latina y el Caribe. Prácticamente, todos los países de la región son parte de los ciclos migratorios, sea como países de origen, destino, retorno o tránsito, es por esto que se requiere no solamente mejores políticas, sino también una manera practica de comunicar a las personas exactamente cuáles son las maneras legales de poder entrar o llegar.
Los migrantes continúan enfrentando grandes retos en su movimiento por la región. Entre ellos, el acceso a ayuda humanitaria como servicios médicos, alimentación y agua potable; la otorgación de un estatus regular que les permita acceder a otros derechos en su país de destino; la inclusión social, cultural y económica con la población, y finalmente, la xenofobia y discriminación.
La complejidad del fenómeno migratorio hace necesario seguir estimulando diálogos regionales que sean interdisciplinarios y con visiones integrales, amplias y justas respecto del fenómeno migratorio en sí mismo, reconociendo el empleo digno, la remuneración justa y la importancia de la adopción de medidas, políticas y programas para facilitar los flujos migratorios laborales ordenados y regulares,
La migración es un fenómeno que seguirá existiendo, y todas las personas que deciden movilizarse tienen derecho a una vida digna y justa. El reconocimiento, la integración y la adopción de medidas, políticas y programas para facilitar los flujos migratorios laborales ordenados y regulares, es lo que sería el primer paso para garantizarla. en un marco de respeto irrestricto a los derechos humanos de los trabajadores migrantes y sus familias.
Por Luis Fernández
El autor es escritor y comunicador