La muerte del joven Joshua Omar Fernández, por un balazo en la cabeza durante un atraco perpetrado por imberbes en una discoteca del ensanche Naco, es apenas una de las supuraciones que expulsa la anatomía social dominicana a causa de la grave infección ética y moral que padece.
Joshua es una víctima más de la creciente delincuencia y criminalidad que agobia a la sociedad, pero esta tragedia ha tenido profusa difusión en prensa y redes porque uno de los jóvenes involucrados en el hecho es hijo de un reconocido influencer.
En lo que va de mes, cinco mujeres fueron asesinadas por sus exparejas, pero lo que se ha hecho viral han los casos de dos comunicadoras, cuyos compañeros fueron arrestados por amenaza o violencia de genero.
El reportaje esta semana del diario español El País, sobre la extendida prostitución y esclavitud sexual que padecen centenares de niñas, adolescentes y adultas en República Dominicana, no ha merecido la atención de la prensa ni de las redes, pese a que revela que ese flagelo predomina en todos los rincones.
La madre de Joshua se quejó porque el Ministerio Público no le había notificado la fecha de la audiencia para conocer el caso de su hijo, pero la fiscal del Distrito ya había dicho que Tamara Martínez, una de las influencer víctimas de violencia de género, sufre del “síndrome de Estocolmo” o de “la “mujer abusada”.
La muerte de Joshua, sobre la cual la Fiscalía acusa a un grupo de jóvenes, incluido al hijo de un influencer, así como los casos referidos a las comunicadoras Tamara Martínez y Amelia Alcántara, involucran a la farándula y a las redes, a lo que se atribuye su gran divulgación y tratamiento de circo.
Prensa, nichos mediáticos faranduleros y de redes deberían compartir responsabilidad de inyectar mayor dosis de sanidad moral y pulcritud ética a los mensajes o a la interacción con los diversos blancos de público, especialmente la juventud y la niñez.
En estos tiempos de Inteligencia Artificial y Aldea Global, se requiere que el Estado promueva, mediante extensas e intensas políticas públicas, valores nacionales referidos a la familia, arte, cultura, historia y tradiciones, a los fines de consolidar el perfil del auténtico gentilicio nacional, inmune al oleaje de antivalores que promueven potencias culturales exógenas.
La juventud dominicana, en todos los estratos sociales, corre peligro de sucumbir en recorridos por quiméricos caminos que cree conducen al boato, o a la prometida Sodoma y Gomorra, alejado del sendero del estudio, trabajo, solidaridad, sacrificio y respeto. La muerte de Joshua no es un asunto de farándula.
Por Orión Mejía