Inicio un año, luego de haber sobrevivido como toda una heroína a una serie de vicisitudes que en ocasiones hacen que me pregunte cómo es posible que lo lograra.
Tanto mis pacientes como mis seguidores solo ven mi lado espontáneo, medio loco en ocasiones, y se imaginan que estoy exenta de problemas. Nada más incierto: sufro, lloro, exploto dando boches, y repito mucho a nivel personal una frase que mi marido conoce de memoria: “A mí no me gusta que me j…”, pero mentiras del diablo, cuando siento que alguien me necesita, eso para mí es una prioridad, pues por encima de todo, no puedo ser indiferente al dolor de un ser humano.
Hablando con mi hija, le comenté que creo que se me van a pelar las rodillas de tanto dar gracias a Dios por todas las cosas buenas y las malas que he podido superar.
Todas las personas allegadas a mí conocen las situaciones vividas con mis rodillas. Sufrí tanto con ellas, que hubo un momento de mi vida donde les asigné a cada una el nombre de dos artistas famosas.
En lo laboral, me vi precisada a tomar licencias, tuve que suspender mi caminata diaria durante aproximadamente un año, inclusive hasta me hablaron de cirugía.
La jornada fue agotadora, pero como una de mis principales virtudes es la perseverancia, no se imaginan la inversión en terapias, medicamentos, productos naturales… ¿Resultado?
La conclusión se parece al estribillo de una canción de Marcos Yaroide que dice:
“Estoy de pie
por más fuertes que fueron los vientos
vinieron aguas turbulentas
y me golpearon fuerte
contra la pared
pero estoy de pie
por difícil que fue el camino
es más grande en Dios mi destino
estoy de pie
porque confié en Dios y no en el hombre”.
Hoy no solo puedo realizar mi caminata diaria, sino que podría ripiarme en una pista bailando un merengue. Gracias, gigante.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica