(Estamos lejos de ser lo que Dios quiso)
El 3 de octubre del 2020 el Papa Francisco expone la segunda encíclica de su Pontificado sobre la fraternidad, basado en el evangelio del buen Samaritano. La primera encíclica Laudato si (Alabado sea), se refiere al compromiso que todos tenemos con la preservación del planeta y el destino común de la humanidad.
Expondremos a continuación, en cuatro entregas, los puntos de vistas tocados por el santo padre, en esta segunda encíclica del Pontificado de Francisco. Así es que, ¡el que tenga ojos para leer que entienda!
“Dios ha creado todos los seres humanos iguales en los derechos, en los deberes y en la dignidad, y los ha llamado a convivir como hermanos entre ellos”.
“El dolor, la incertidumbre, el temor y la conciencia de los propios límites que despertó la pandemia, hacen resonar el llamado a repensar nuestros estilos de vida, nuestras relaciones, la organización de nuestras sociedades y sobre todo el sentido de nuestra existencia”.
“Nos hemos alimentado con sueños de esplendor y grandeza y hemos terminado comiendo distracción, encierro y soledad; nos hemos empachado de conexiones y hemos perdido el sabor de la fraternidad”.
“Hemos buscado el resultado rápido y seguro y nos vemos abrumados por la impaciencia y la ansiedad. Presos de la virtualidad hemos perdido el gusto y el sabor de la realidad”.
“Ojalá no se trate de otro episodio severo de la historia del que no hayamos sido capaces de aprender. Ojalá no nos olvidemos de los ancianos que murieron por falta de respiradores, en parte como resultado de sistemas de salud desmantelados año tras año”.
“Ojalá que tanto dolor no sea inútil, que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos, definitivamente, que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros, para que la humanidad renazca con todos los rostros, todas las manos y todas las voces, más allá de las fronteras que hemos creado”.
“Las diferencias de color, religión, capacidades, lugar de nacimiento, lugar de residencia y tantas otras no pueden anteponerse o utilizarse para justificar los privilegios de unos sobre los derechos de todos. Por consiguiente, como comunidad estamos conminados a garantizar que cada persona viva con dignidad y tenga oportunidades adecuadas a su desarrollo integral”.
“Ese manantial de dignidad humana y de fraternidad está en el Evangelio de Jesucristo. De él surge para el pensamiento cristiano y para la acción de la Iglesia, el primado que se da a la relación, al encuentro con el misterio sagrado del otro, a la comunión universal con la humanidad entera como vocación de todos”.
“Dios, el Omnipotente, no necesita ser defendido por nadie y no desea que su nombre sea usado para aterrorizar a la gente. La esperanza es un mensaje universal”.
“Reconocemos con dolor que, al proceso de globalización le falta todavía la contribución profética y espiritual de la unidad entre todos los cristianos. Cuando llegue el último día y exista la luz suficiente sobre la tierra para poder ver las cosas como son, ¡nos vamos a llevar cada sorpresa!”
Por Ebert Gómez