Este es un país de gente buena, en el norte, en el sur, en el este de esta media isla, habita en su mayoría, gente buena. Gente de alma noble y corazón sin maldad ni rencor. Hoy quiero dar testimonio y gritar a todo pulmón, que mi país, República Dominicana es una patria de gente buena.
Eso lo sabe todo el mundo, pero es justo y necesario que lo digamos y lo repitamos y no lo echemos en el descuido. La patria de Duarte, Luperón, Las Hermanas Mirabal y tantos más, es una nación de gente buena.
Que existen algunos que no son muy buenos, es verdad, aunque si supieran lo buen negocio que es ser bueno, como dice Facundo, dejarían de ser tan malos, aunque sea por negocio.
Dentro del corazón de la gran mayoría de dominicanos vive Dios, como dentro de nuestro escudo -Dios, Patria y Libertad. Un pueblo alegre, luchador y trabajador que no pierde nunca las esperanzas de un mañana mejor para los suyos.
Mi gente buena, alegre, servicial, colaboradora, entregada a las mejores causas, les digo que no desmayen, que tenemos por delante muchos retos y luchas que librar.
Las sociedades en numerosas partes del mundo están sufriendo cambios, en muchos casos drásticos. La humanidad está despertando a señales inexorables que amenazan con destruir la civilización del hombre en el planeta. La indiferencia en tiempos tan difíciles como los que vivimos, resulta irresponsable e inaceptable.
Estos son tiempos de no bajar la cabeza, de pararse erguido y exigir el pan de nuestros hijos. Tiempos donde la vida de quienes actuamos en ella, puede ser tan fugaz que no podemos darnos el lujo de hacer un falso papel. Tiempo de construir un mundo con sueños propios.
Debemos empezar a ver con criterio diferente lo que pasa con nuestros jóvenes, la manera en que estos son manipulados, usados, intoxicados de agresividad, de vicios, de consumismo que contribuyen a que estos sean personas individualistas, indiferentes con lo que pasa con su prójimo y acontece a su alrededor.
La juventud es para construir esos sueños, para sembrar las simientes y edificar con firmeza las ideas que nazcan de la verdad y la razón. hay que formar a las nuevas generaciones de ciudadanos, no para la competición, sino para la cooperación, no para ejecutar tareas, sino para pensar y tomar decisiones.
Nuestro país necesita de nuestros mejores hombres y mujeres, de sus mejores intenciones, líderes que dejen huellas, gobernantes que permitan la inclusión de los jóvenes, sin trabas ni discriminaciones, en las decisiones presentes y futuras.
Hacer, expresarse, unir esfuerzos hacia un objetivo común es lo que, desde siempre, ha marcado la diferencia y movido las sociedades a estados superiores de bienestar. Comprometerse con las necesidades de cambios que urgen a nuestra sociedad es ahora, mañana puede ser tarde.
Por Ebert Gómez Guillermo