En este lugar olvidado de la creación que hemos llamado planeta tierra, quienes lo habitan tan egoístas, soberbios y ciegos que nos creemos el único planeta con vida en el universo. Esto fue más o menos lo que contestó en 1969 el colombiano García Márquez, premio nobel de literatura, a la pregunta sobre los ovnis (objetos voladores no identificados) y la existencia de vida en otros planetas.
También dijo que somos el planeta más provinciano, atrasado y reaccionario del universo y que, los discos luminosos que vemos pasar en las noches, nos ven a nosotros como nosotros miramos a las gallinas. Que ya no se ocupan más de nosotros, porque ya hace miles de años acabaron de estudiarnos y saben más de nosotros que nosotros mismos y que incluso ya saben cuál es nuestro destino.
Toda esta introducción a propósito de lo que, hace muchos años y en la actualidad, está ocurriendo en Medio Oriente, pero también lo que pasa en la presente guerra entre Ucrania y Rusia y lo que podría desencadenar para el resto de la población en el planeta.
En el plano local, vemos los resultados que provocan la ignorancia y la falta de educación, a que es sometida la población dominicana y latinoamericana, una gran cantidad de feminicidios y el desvió de la juventud hacia los diferentes tipos de delincuencia que se manifiestan y sirven de tentación y caldo de cultivo.
En verdad hemos desviado los pasos del plan original, dados al inicio del despertar de la humanidad. La diferencia de otros tiempos es que, en estos momentos estamos en el umbral del abismo.
Ya no quedan opciones u oportunidades, no existe posibilidad alguna de sobrevivir ante la amenaza de un tercer conflicto mundial. Nuestra especie corre el peligro de perecer sin transcender en lo esencial.
El hombre de hoy rehúsa aceptar que hay un orden superior a su presencia. En su momento la “humanidad” tendrá que asumir la responsabilidad de comenzar a construir con armonía, la justa distribución de deberes y beneficios entre los habitantes de cada nación, como única vía posible para contrarrestar la madre y raíz de todos los conflictos en el planeta, la desigualdad.
“La humanidad tiene la oportunidad de cambiar todo lo que deba ser cambiado, de emanciparse y lograr que todos los hombres sean tratados como seres humanos”. Los representantes de los países con más desarrollo ya no podrán seguir repartiéndose los territorios y sus riquezas a su antojo
Los ciudadanos de este planeta deben comprometerse e integrarse a trabajar para corregir leyes injustas, para contribuir a mejorar gobiernos locales sin el temor de ser intervenidos ni comercial ni militar, ni de ninguna manera por otra nación más poderosa.
“Es el momento de desafiar poderosas fuerzas contrarias a los intereses de los pueblos oprimidos y pobres, para lograr su libertad plena y sus derechos iguales frente a otras naciones”.
Los dueños del planeta tienen una deuda pendiente con la justicia. Los países más ricos han decidido globalizar la economía, el consumo, el comercio, los gustos, la moda, los sistemas de gobierno, las guerras, los amigos y enemigos; es justo que también globalicen como combatir el hambre, las enfermedades, las injusticias y las desigualdades.
El hombre y la mujer de hoy nunca pueden dejar de luchar para construir un mejor lugar en este planeta. La larga noche terminará, el miedo será vencido, el temor a la muerte, a la barbarie sin razón desaparecerán de la faz del universo.
Es tiempo de hoy y siempre, de todavía para muchos sueños que le faltan al hombre por alcanzar. Mantenernos humildes, encendida siempre la luz de la esperanza en nuestras almas y confiar siempre en el poder que emana de nuestras oraciones…
Este es el mensaje enviado para quienes padecen dolor, tribulación e incertidumbre, la misión es esperar vigilantes y firmes, dispuestos a enfrentar cualesquiera sean las adversidades y reveses, no debemos desmayar, porque entonces podríamos perdernos en la oscuridad, como tantos se han perdido tantas veces, por tantos siglos y milenios.
Por Ebert Gómez Guillermo