Hace muchos años, un famoso cirujano estético, el Dr. Maxwell Maltz, escribió un libro que fue un bestseller: New faces, New futures (Nuevos rostros, nuevos futuros).
Era una colección de historias de casos de personas a quienes la cirugía estética facial había abierto la puerta a una nueva vida. El tema del autor era los cambios asombrosos de personalidad que habían tenido lugar cuando se le había cambiado el rostro a la persona.
Sin embargo, a medida que pasaron los años, el Dr. Maltz empezó a enterarse de algo distinto; no de sus éxitos, sino de su fracaso. Empezó a ver paciente tras paciente en quienes su cirugía estética no había producido ningún cambio.
Personas que habían pasado a ser no ya aceptables, sino incluso hermosas, seguían pensando y obrando como si fueran el patito feo.
Adquirieron nuevos rostros, pero siguieron llevando la misma personalidad vieja. Peor aún, algunas, cuando se miraban al espejo, exclamaban, enojadas: “Mi aspecto es el mismo de antes, doctor. No me ha cambiado en nada”.
Esto, a pesar del hecho de que sus amigos y su familia apenas podrían haberles reconocido. Aunque las fotografías de antes y después eran radicalmente distintas los pacientes del Dr. Maltz insistían: “La nariz es la misma”, o “los pómulos son idénticos. Usted no me ha cambiado en nada”.
Trataremos de hacer una analogía de PRM cómo instrumento político con personalidad propia. La historia del Dr Maltz terminó llena de frustración y pasó el resto de su vida intentando que sus múltiples pacientes entendieran que el problema no estuvo en cambiar su aspecto del rostro.
Quiero explicarle, en base a la teología y la política; que hay algo que es intrínseco al individuo o cualquier cosa y es la sustancia cómo concepto biológico y filosófico que expresa la naturaleza en sí del individuo o la cosa.
Para los que conocimos o militamos por años en el PRD hoy PRM, no nos es de extrañar, que sin intentar hacer un análisis sociopolítico histórico del surgimiento de los partidos en República Dominicana, entendamos que todos tienen tres características que los definen:
a) un líder cohesionador dominante
b) estructuras débiles que auspician la fragmentación
c) la ingratitud de su dirigencia por no tener un fundamento ideológico fuerte.
Y citamos ejemplos: es por ello que un bolo era un coludo. Un mpdeista mañana Balaguerista, un perredeísta peledeista y un concierto de alianzas inimaginables.
Nos podríamos preguntar. ¿Es posible esto por el subdesarrollo social?
La respuesta es no. Porque en sociedad más avanzada cómo la europea y ciertos partidos suramericano también allí se dan los fenómenos de la fragmentación y la ingratitud ideológica que no es por la cantidad de presupuestos, conceptos y paradigmas, sino por la naturaleza del individuo
Hay un libro de Luis Spota, «Primer Día», que describe muy bien lo que es la radiografía del poder y el contraste existente con la soledad del mismo, para darnos cuenta luego que la falla está en la naturaleza del ser humano. Es por tanto que nos equivocamos cuando le pedimos a Leonel más de lo que puede darnos. Lo mismo con Hipólito y Luis. Y no hay ni que mencionar a Danilo. Todo ha sido un fraude.
No sé ni recuerdo cuántos artículos escribí a pesar de ser un peñagomista rabioso a favor del joven presidente Leonel. Con Hipólito puse en riesgo hasta mi vida y con Luis Abinader; realmente nunca esperaba más de lo que está dando. Él está sirviendo a sus intereses de clase. Porque esa es su naturaleza.
Querer que Abinader de más de lo que está haciendo es perder tiempo. Quizá en sus intestinos está o existe una condición que es congénere a todo individuo; tratar de lucir bien y adquirir admiración para satisfacer mi yo, el ego, que todo tenemos.
Es por ello hoy la frustración de su dirigencia media y de base. Yo esperó que muchos no se pasen lo que le resta de vida tratando cómo el Dr Maltz de que su paciente cambie de pensar y entiendan que algo de su aspecto físico cambió. Cuando en realidad el problema subyace en la naturaleza del mismo.
Finalmente, el Dr Maltz llegó a esta conclusión y se la comparto: «El Dr. Maltz dice que es como si cada personalidad tuviera un rostro. Esta cara emocional de la personalidad parece ser la verdadera clave del cambio.
Si permanece cicatrizada y desfigurada, fea o inferior, entonces la persona sigue obrando desentonada, al margen del cambio en su apariencia física. Pero sí el rostro de la personalidad ha sido reconstruido, si las viejas cicatrices emocionales han sido eliminadas, la persona puede cambiar.
Todos podemos confirmar esto por medio de nuestras experiencias con otras personas, así como por el conocimiento que tenemos de nosotros mismos. Es asombroso el modo en que la imagen que tenemos de nosotros mismos influye en nuestras acciones y actitudes y, especialmente, en nuestras relaciones con las otras personas».
A pesar de sus años nunca entendió el Dr Maxwell Maltz que el problema no era cambiar la apariencia física sino lo intrínseco de su naturaleza.
Por Javier Fuentes
*El autor es licenciado en Teología y politólogo, con maestría en Derecho y Relaciones Internacionales. Reside en Nueva York.