Rodolfo Enrique Cabral Comiñas, cantautor, poeta, escritor, peregrino del mundo nacido en Argentina el 22 de mayo de 1937. Quienes le seguían lo llegaron a considerar un filósofo, él se jactaba de definirse como un vagabundo, un aventurero.
“Soy el hijo de Sara y con eso es suficiente”, decía. Reconoció haber nacido de nuevo a sus 17 años, luego de permanecer 3 años preso por robar dos botellas de ginebra y una de whisky, “fue un robo que salió tan mal que, al salir corriendo olvide que enfrente estaba la comisaria”.
En la cárcel, con sólo 14 años de edad, conoció a un religioso jesuita que le enseñó a leer, lo alfabetizó y lo instruyó en filosofía. Fue suficiente para despertar su curiosidad. Más tarde reconoció, “no escribí nada hasta que empecé a leer”.
De joven era amargado por la dura niñez que le tocó vivir. Su madre Sara fue expulsada de la casa donde vivía, luego que el padre de Facundo, su pareja, la abandonará un día antes que él, menor de siete hermanos, naciera.
Sara se vio obligada a deambular de pueblo en pueblo durante 9 años, junto a sus 7 hijos. En dicha travesía, cruzando el desierto de la Patagonia, mueren 4 de los hermanos de facundo, de hambre y frio.
A esa edad, 9 años, inicia Facundo su peregrinaje, su madre lo despide en un tren hacia Buenos Aires, donde tuvo que trabajar muy duro para ayudar a Sara y sus hermanos sobrevivientes. Una década más tarde inicia su carrera artística allí.
En 1976 tiene que abandonar su país, debido al inicio de una dictadura militar, se exilia en México. En el 1978 su esposa Barbara y su hija de apenas un año, mueren en un accidente de avión, en la Ciudad de los Ángeles.
En ese momento, al caer de rodillas en el aeropuerto donde esperaba a su esposa e hija, le recordaron que sólo atinó decir, “ahora sé que eres el que manda”. No volvió hablar por dos años, rebajo 30 kilos, olvido los 8 idiomas que había aprendido y perdió la vista parcialmente.
1984 regresa a su país, ya famoso y recuperado de esa perdida. Ese mismo año inicia una gira internacional con su compatriota Alberto Cortez, “lo Cortez no quita lo Cabral”. Viaja a 165 países en los 5 continentes.
“La Tierra es nuestra casa, común a toda la familia que es la humanidad y con un sólo lenguaje que es el amor”, solía expresar. Admirador y seguidor de la Madre Teresa de Calcuta, “sin los sueños y las utopías no construiríamos la realidad”, afirmaba.
Abrazo al cristianismo, como modo de vida, “Dios es simple, se deja ver en todas partes, va contigo a todos partes” decía. Su vida transcurrió de la mano con la tragedia, así fue como, en su último concierto, el 9 de julio del 2011 en la ciudad de Quetzaltenango en Guatemala, de manera clarividente, predijo su muerte.
Esa misma noche fue asesinado por sicarios al confundirlo con el empresario Henry Fariña, responsable de su estadía en Guatemala, cuando este lo conducía al aeropuerto de esa ciudad. Cabral falleció en el acto por un impacto de bala en su cabeza.
Sus reflexiones, repetidas casi idénticas en todas las entrevistas que en vida le realizaron, fueron ideas simples, sencillas, pero dichas de tal forma que a cualquiera convencían, que esa era su única verdad y en lo que ciegamente creía.
Por Ebert Gómez Guillermo