Recordar es vivir…y de qué manera

Todos los días, durante mi diaria caminata, paso por un edificio deteriorado, donde muchos años atrás, funcionaba una academia comercial, llamada Pedro Henríquez Ureña, en la cual conocí al hombre con el cual compartiría mi vida.

Si la matemática no me falla, han transcurrido casi 55 años, desde que decidí entrar a ese lugar a estudiar mecanografía y archivo.

Desde el primer día de clases, tan pronto vi a ese negrito, comparoncito, bien cuidado y con un verbo florido, mi corazón me dio una señal. La oportunidad se me presentó pues me enteré de que él escribía poesías, y no sé de dónde yo también empecé a escribir, y procedía a dárselas para que él me las revisara.

Nuestra relación empezó con el intercambio de poemas, los de él hermosísimos, los míos, realmente, no sé, pero después de lograr que él cayera atrapado, no recuerdo haber escrito uno, jamás en mi vida.

Siempre, aún después de tantos años, me ha impresionado su cultura, razón por la cual siempre le digo que es una enciclopedia ambulante.

Somos un ejemplo de que aun siendo las parejas totalmente diferentes, si hay amor, por encima de todo, la unión puede ser exitosa.

Por ejemplo, me gusta mucho bailar, ir a ver artistas, soy maniática con el buen cine, no me canso de comprar ropas, zapatos, accesorios, soy capaz de perder la compostura, al oír una canción interpretada por un artista de mi agrado, y ponerme a cantar como una loca, sin importar quién me oiga.

Ante todo, este paquete todo incluido, que le tocó vivir a mi lado, le buscamos la vuelta a las situaciones, negociamos, respetamos nuestros gustos, y yo he aprendido a entender el significado tan grande que tienen los libros para él.

Somos como el agua y el aceite, pero nos complementamos, y cuidamos esta relación, tan sólida que hemos mantenido a través del tiempo. Se puede estar juntos, respetando los espacios.

Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)

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