A veces en busca de apoyo y espaldarazos creamos ruidos innecesarios. Hay quienes no saben diferenciar entre la forma y el fondo de un análisis, por lo que nuestras reflexiones tienden a volverse erráticas, sosas e insustanciales.
Decimos esto, porque luego del nombramiento formal de Wellington Amín Arnaud Bisonó como director general del Instituto de Aguas Potables y Alcantarillados (Inapa) nos hemos detenido a leer con dejo de disgusto en impresos y redes sociales las críticas de profesionales del derecho, abogados y expertos en materia constitucional, no solo a la reforma de la ley que creó la institución acuífera, sino a la persona misma de su actual director, llegando algunos, incluso, al colmo de decir que la misma responde a la confección de un traje a la medida del segundo hijo de Winston y doña Guadalupe. ¡Por Dios!
Muchas de las críticas al nombramiento de Wellington en Inapa y de la actual reforma a la ley que creó ese instituto se han quedado en la forma, cuestionando la simpleza de la designación, y nosotros, humildemente y sin ánimo de abrir polémicas y debates innecesarios, entendemos que lo que debió de proceder antes de la colocación del ex diputado, fue hacerse en primer lugar la reforma y luego encestar el nombramiento.
Los críticos de Wellington y de la ley parece que se les olvidó que una reforma obedece a un cambio, no radical, pero si planificado por utilidad y conveniencia en un sistema; y que la misma responde al procedimiento que se realiza a fin de modificar, mejorar, enmendar, actualizar o innovar algo.
Pero lo que más nos sorprende es que por nada y para nada esas críticas y conjeturas tocan el fondo del tema Inapa, porque el interés de la actual administración que encabeza Luis Abinader y el Partido Revolucionario Moderno (PRM) es adecuarla a los nuevos y modernos tiempo, corrigiendo los entuertos dejados por pasadas administraciones, claro, sin dejar de señalar a los responsables del desastre que en materia de ética y transparencia presenta la institución destinada a abastecer del preciado líquido a los residentes de las ciudades y los campos del interior del país.
Por Nelsido Herasme