Hay que aspirar estar a la altura de creer el milagro, del amor inmenso de aquel, que sabe que va a morir y es capaz de entregar lo que le queda de vida, a cambio de redención y esperanza para el resto de sus semejantes. He ahí el camino señalado…
Para los pobres y oprimidos de mi país y de todo el planeta Tierra, para quienes padecen dolor, tribulación e incertidumbre, también para todo aquel que tenga en su corazón amor al prójimo. La misión es esperar vigilantes y firmes, dispuestos a enfrentar cualesquiera sean las adversidades y reveses, no debemos desmayar.
No os turbéis, porque entonces podríamos perdernos en la oscuridad, como tantos se han perdido tantas veces, por tantos siglos y milenios. No debemos y no podemos desesperar, confiemos en seguir, el Altísimo nos seguirá guiando.
Cuando pasen el odio, la barbarie, el poder y la fuerza se conviertan en consideración hacia el más débil, cuando no nos separen guerras ni fronteras, ni etnias ni religiones, ni mares ni océanos.
Ese día ha de llegar, a pesar de los errores de nuestros líderes mundiales y locales, pero hay que construirlo con inteligencia, con perseverancia, pero sobre todo con mucho, mucho amor y paciencia.
Los elegidos serán aquellos que, por encima de limitaciones, penurias, miserias, odios, avaricias, logren imponer amor, ternura y comprensión como los tesoros más preciados a conservar.
La lucha será para que exista más amor que odio, hacer sincera nuestras intenciones y convertirlas en acciones positivas para todos, preservar nuestros corazones y nuestras almas para tiempos mejores que seguramente vendrán.
El hombre y la mujer de hoy, nunca pueden dejar de luchar para construir un mejor lugar en este planeta. La larga noche terminará, el miedo será vencido, el temor a la muerte, a la barbarie sin razón desaparecerán de la faz del universo. La bondad se impondrá sobre la maldad, sabemos que aún hay que esperar alertas y fuertes.
No debemos confundirnos con falsas señales, el amor cubrirá toda cosa por más escondida que esté, su luz desentrañará todo misterio, no habrá obstáculos insalvables, no seguirán las mentiras, ya no serán necesaria para el hombre. Este es parte de un gran sueño que tiene Dios planeado para toda la humanidad.
Como civilización, no hemos elegido el mejor de los caminos, olvidamos mirar al cielo a pesar de tener una vista privilegiada en este rincón del universo. El hombre de hoy rehúsa aceptar que hay un orden superior a su presencia. Nuestra civilización corre el peligro de perecer sin transcender en lo esencial.
Hemos desviado los pasos del Plan Original, dado al inicio del despertar de la humanidad. Aún estamos a tiempo, la gran diferencia de otras estaciones es que, estamos en el umbral del abismo, las oportunidades escasean, las grandes interrogantes son: ¿Qué haremos y cómo lo haremos? …Igual Tenemos algunas respuestas, pero no queremos enfrentar la realidad.
Quizá algún día aceptemos como civilización que, los ejemplos de Jesús, Gandhi, Mandela, la Madre Teresa, etc., han sido sólo pasos en la historia de la humanidad, de tantos que debemos dar en el largo camino hacia la construcción de una comunidad de amor y paz en todo el Planeta Tierra y el Universo…
“Hay que defender los valores éticos y cristianos al precio de cualquier sacrificio. Hay que restablecer el sentido de solidaridad entre los pueblos, de justicia social. Hay que rescatar esos valores y principios y no existirá fuerza alguna capaz de aplastar estas ideas de verdad, igualdad y justicia”.
Comprobaremos la dicha y felicidad que se puede encontrar en compartir y servir, como máximas de las realizaciones de la vida de cualquier mortal. El miedo y las fronteras serán superados.
El hombre esta compelido a renovarse y reinventarse, a ser mejor cada día más, para sí mismo y para el resto de sus semejantes. Esto se puede apreciar a través de los avances científicos y tecnológicos; es lo que se ha podido demostrar en el curso de la historia de la humanidad, pasada y contemporánea.
En su momento la “humanidad” tendrá que asumir la responsabilidad de comenzar a construir con armonía, la justa distribución de deberes y beneficios entre los habitantes de cada nación, como única vía posible para contrarrestar la madre y raíz de todos los conflictos en el planeta, la desigualdad.
“Con las actuales condiciones, la humanidad tiene la oportunidad de cambiar todo lo que deba ser cambiado, de emanciparse y lograr que todos los hombres sean tratados como seres humanos”.
Ese día ya habremos aprendido a conocer y dominar nuestros sentimientos y emociones a nuestro favor y a favor de los demás, nunca más para odiar, intrigar o matar. Es un deber y un llamado que debemos sentir todos los hombres y mujeres de buena voluntad y buen proceder para obrar, por sobre todas las adversidades, para que ese momento llegue pronto.
No veremos sentido a la existencia de armas de destrucción masiva, no amenazaremos nunca más la vida de ninguna especie, en especial la humana.
Ya no daremos crédito a la sinrazón que mantuvo durante siglos a poblaciones entera muriendo de hambre. Tendremos entonces tantos alimentos y formas de producirlos, suficientes, para la población de otro planeta similar al nuestro.
Veremos como una ofuscación lo que nos impedía entender que todos somos uno, que la existencia de todo ser vivo en el planeta está, invariablemente, conectada e interdependiente una de otra.
Incomprensible será entonces, la extraña manía de pasar la mitad de nuestras vidas acumulando cosas y la segunda mitad de nuestra existencia deshaciéndonos de las mismas. Finalmente entenderemos que, de esta vida material nada nos llevaremos a su final.
Que jamás existió objeto alguno o cosa material que le diera significado o sentido a nuestra existencia, como no fuera la satisfacción de hacer por los demás, lo que estuviera a nuestro alcance para su felicidad y de paso la propia, tener la oportunidad de hacer algo por alguien.
Es tiempo de hoy y siempre, de todavía para muchos sueños que le faltan al hombre por alcanzar. Mantenernos humildes, encendida siempre la luz de la esperanza en nuestras almas y confiar siempre en el poder que emana de nuestras oraciones. Amén…
Por Ebert Gómez Guillermo