Se dice que, a comienzos de la humanidad, los hombres tuvieron la necesidad de unirse para poder lograr determinados objetivos, poniendo a un lado sus discrepancias particulares para combatir juntos a un enemigo común, es decir que, se estructuraron, para obtener más fortaleza. Luego, con el paso del tiempo, los trabajadores de todo el planeta, recurrieron a la práctica societaria, para organizarse y contribuir a vertebrar la industria.
Gracias a esa alianza, entre los obreros de las diferentes capas sociales, nacieron los movimientos sindicales o sindicatos que, según el Código de Trabajo Dominicano, son asociaciones colectivas de trabajadores, constituidas de acuerdo con este código, para estudiar las condiciones laborales, mejorar y defender el derecho de sus miembros, frente a los empleadores, las organizaciones empresariales y los gobiernos.
Durante el largo período que va desde el descubrimiento y colonización de la isla (1492), hasta comienzos de la Primera República (1844), en la formación social dominicana, predominaron modalidades anticuadas y precapitalistas, mientras que, en Europa y Norteamérica, proliferaba el capitalismo mercantil e industrial. Así pues, siendo la producción nacional, esencialmente agraria, la República Dominicana, mantenía un modelo económico agroexportador que vegetaba a expensa del campo, ya que su principal producción estaba limitada, únicamente, al tratamiento del tabaco y el corte de madera.
La cimentación de la clase trabajadora dominicana, en el último cuarto del siglo XIX, se consigue en el proceso de inversión de capitales provenientes desde Cuba, y de otras latitudes, a partir del establecimiento de ingenios azucareros y una variada manufactura para elaborar cigarros, jabón, calzados, hielo, refrescos, velas, aserraderos, panaderías, chocolateras, licoreras y otras actividades no menos importantes.
El surgimiento del movimiento sindical, solo fue posible a raíz de los cambios económicos y tecnológicos, acontecidos en ese entonces, con contingentes significativos de obreros, artesanos, jornaleros, trabajadores portuarios, trabajadores de fábricas, trabajadores ferroviarios y de carreteras. En conclusión, los requerimientos del país, se plasmaron en una variada cantidad de labores que requirieron emplear una gran cantidad de mano de obra.
Es en ese momento cuando, los gremios de trabajadores dominicanos, comenzaron a constituirse con el nacimiento de asociaciones de carpinteros, carreteros, tipógrafos, cocheros, cigarreros, ebanistas, panaderos y obreros portuarios. Muchos de los cuales se vincularon de inmediato en las primeras oleadas de protestas populares acontecidas al principio de la década del 1890.
Esa transformación socioeconómica dio comienzo al capitalismo, al nacimiento de la clase trabajadora, la proletarización del campesinado y el auge de la vida urbana. Empero, la resistencia del campesino a proletarizarse e insertarse en el proceso de industrialización del trabajo, motivó la importación de braceros, quienes aportaron nuevas experiencias, ideas y culturas, tales como: gremialismo, sociedades mutualistas e incluso, las huelgas que miraban más allá de la encomienda laboral.
La primera apertura del movimiento obrero, hacia la sociedad nacional, se produjo en el año 1899, a raíz del magnicidio del presidente Ulises Heureaux (Lilís). Tras el asesinato del tirano, la libertad política, estimuló la acción de los núcleos que propugnaban por la creación de una organización proletaria independiente del sistema patronal, la cual fue constituida en noviembre de ese mismo año, durante un mitin celebrado en el patio del Colegio San Luis Gonzaga, bajo el nombre de la “Liga de Obreros y Artesanos”.
Esta organización, fue el primer agrupamiento de trabajadores urbanos en denunciar al sistema capitalista, al liberalismo, como instrumento de las clases burguesas y, a la democracia, como el ropaje de un nuevo feudalismo. Igualmente, proclamó en su propaganda, la redención del obrero. Por primera vez, en la historia dominicana, una organización gremialista asumía públicamente objetivos socialistas.
Posteriormente, con el resurgimiento del caudillismo, a causa de las diversas asonadas militares acontecidas en el país, desde el 1901, hasta el 1915, los trabajadores redujeron sus actividades al gremialismo, los clubes, las asociaciones caritativas y el mutualismo. La vida nacional, se retrotrajo al debate surgido entre las facciones caudillistas que aspiraban a dirigir el poder, mientras que, las actividades sindicales tuvieron reducidas repercusiones sociales que se disolvían en esa práctica.
Sin embargo, la situación varió a partir del año 1915, cuando al estallar la Primera Guerra Mundial, en julio de 1914, los altos precios en el mercado mundial, dieron un impulso al avance tecnológico que provocó el crecimiento cuantitativo de la mano de obra. Por tanto, el movimiento sindical dominicano, volvió a recuperarse y hacerse imprescindible para la producción nacional.
Este acontecimiento global, además, abrió paso a una época de huelgas y protestas sociales, las cuales fueron el resultado del auge económico y de la lucha en contra de la ocupación militar norteamericana del año 1916. Es entonces cuando resurgen las asociaciones sindicales que propugnaron por una serie de reivindicaciones laborales y el interés nacional, por desplazar a los ocupantes extranjeros.
En mayo de 1920, quedó constituida la Confederación Dominicana del Trabajo (CDT), por resolución del Primer Congreso Nacional de Obreros, integrado por delegaciones de trabajadores provenientes de todo el país. En tanto, otro sector obrero, compuesto por la Hermandad Comunal Nacionalista, también realizó un congreso encabezado por Eugenio Kunhardt, quien era de tendencia contraria a la facción que organizó la CDT. Ambos eventos, sin embargo, reflejaban que la vocación nacionalista de los trabajadores, había comenzado a expresarse a través de los distintos agrupamientos emergentes.
Años después, durante el gobierno del presidente Horacio Vásquez (1924-1930), el movimiento obrero se redujo a una posición marginal, en la vida nacional, porque aumentó el desempleo y los bajos salarios impactaron la economía local. Ese deterioro facilitó el acercamiento de los trabajadores dominicanos a las ideas socialistas que agudizaban los conflictos y motivaban a organizar estructuras animadas por programas socialistas.
El derrocamiento del presidente Horacio Vásquez, y subsiguiente ascenso de Rafael Leónidas Trujillo, en el año 1930, se dio en el marco de una importante crisis financiera que tenía relación con la gran depresión mundial de la economía del 1929. El pago de empréstitos externos, la presión sobre el circulante monetario, la disminución de los precios de exportación y los efectos devastadores del ciclón San Zenón, hicieron que el obrerismo no tuviera otra alternativa más que plegarse a las directrices del nuevo régimen.
Durante la década del 1940, en el país, había comenzado a germinar el propósito de constituir una organización revolucionaria, contraria a la directriz de la dictadura trujillista. Fue entonces cuando se fundó, en el año 1941, el Partido Democrático Revolucionario Dominicano (PDRD). La consolidación de esa organización política y el surgimiento de sindicatos obreros con líderes de ideas que se acercaban al socialismo, estuvo motivado por la influencia del exilio español que había llegado al país a finales de la Guerra Civil Española.
Durante la dictadura, fueron de importancia, la profundización de la producción nacional, el fortalecimiento del sector obrero, la lucha nacionalista y la sindicalización de la clase trabajadora, controlada y al servicio del gobierno. El país, vivía un auge industrial, matizado por el interés de Trujillo, en construir un Estado, con instituciones sólidas y funcionales, lo cual facilitó, en el marco de una democracia restringida en el interés del régimen, la participación política disidente del gobierno y el avance de los propósitos del movimiento sindical.
Las actividades del PDRD, y el proselitismo de líderes gremiales con ideas socialistas, incidieron en la reformulación de un movimiento obrero con intereses disímiles a los promovidos por el régimen trujillista. San Pedro de Macorís y La Romana, se constituyeron, a la sazón, en las zonas donde los trabajadores despertaban del letargo a que estaban sometidos, por tanto, la Federación Local del Trabajo de Macorís, se convirtió entonces en la organización obrera –de orientación izquierdista–, que dirigió la lucha.
Mauricio Báez, dirigente de la Federación Local del Trabajo de Macorís, fue el líder obrero más importante de la década del 1940. El dirigente macorisano aprovechó la apertura ficticia de la dictadura, para desde el periódico “El Federado”, promover e impulsar la lucha de los trabajadores de la región Este. También, Mauricio Báez, fue miembro del PDRD, y más tarde, pasó al Partido Socialista Popular (PSP), primera organización socialista de la República Dominicana.
Siendo, La Romana, el lugar donde se encontraba el central azucarero más importante del país (El Central Romana), quedó constituida en esa localidad, en enero del año 1942, la Federación Local de La Romana. Su principal figura, fue Hernando (Nando) Hernández, líder obrero de ideas socialistas, conocido ampliamente por su humanitarismo y por haber sido dirigente del Partido Nacionalista.
La huelga azucarera del 1946, estuvo condicionada por la independencia con que el liderazgo sindical, encabezado por Mauricio Báez y Hernando Hernández, habían actuado frente al régimen trujillista y el interés patronal de la región oriental. Las reivindicaciones principales fueron: el alza salarial y la disminución de la jornada de trabajo, desde doce a ocho horas.
El triunfo de la jornada produjo la reactivación del movimiento sindical, en toda la región del Este, viéndose el gobierno, forzado a disponer la regulación oficial de las huelgas, mediante medidas preventivas para evitar posteriores acontecimientos laborales, iniciándose en aquel momento un proceso de control de los gremios a través de la Confederación Dominicana del Trabajo (CDT), para desprestigiar el movimiento obrero encabezado por Mauricio Báez, quien se vio forzado a exiliarse en Cuba.
Los trujillistas, prontamente, tomaron control del movimiento sindical y pusieron fin a la apertura que permitió la participación política de la izquierda, haciendo casi imposible la supervivencia de un sindicalismo revolucionario significativo. A partir de ahí, hasta el ajusticiamiento de Trujillo (el 30 de mayo del año 1961), el movimiento obrero dominicano, entró en una etapa crítica que sólo pudo ser rebasada cuando sucumbió la dictadura, se desintegró la Confederación Dominicana del Trabajo (CDT), y emergieron nuevas organizaciones obreras.
Aún, en el marco de la espantosa dictadura trujillista que se prolongó por treinta años (1930-1961), los trabajadores dominicanos se expresaron en la protesta social, realizando huelgas exitosas que enfrentaron, políticamente, la represión oficial y el control sindical de los acólitos del régimen. Públicamente, los dirigentes sindicales manifestaban sus ideologías, a pesar de que muchos fueron sometidos a violentas persecuciones y terminaron encarcelados, exiliados o asesinados.
Finalizada la dictadura trujillista, se abrió un breve espacio de libertad política que permitió el resurgimiento de un movimiento sindical contestatario que rechazaba el obrerismo oficial, participaba en las protestas sociales y buscaba la diferenciación con los sindicatos de obreros, formados y controlados, por intereses foráneos de los partidos conservadores y de los grupos patronales, dando origen al surgimiento de las organizaciones obreras revolucionarias.
En septiembre del 1961, se formó la primera organización sindical de carácter nacional, denominada: Frente Obrero Unido Pro Sindicatos Autónomos (FOUPSA), el cual organizó a más de cien sindicatos afiliados y dirigió las primeras protestas, tras la caída de la dictadura, por un aumento general de salario, mejores condiciones laborales y la destitución de los funcionarios del régimen. En principio, FOUPSA, estuvo influenciada por la Unión Cívica Nacional (UCN).
En el año 1964, se realizó la huelga de trabajadores contra el decreto del Triunvirato, que duplicaba las cuotas obligatorias de los trabajadores al Instituto Dominicano del Seguro Social (IDSS). La huelga, fue organizada por la Confederación Autónoma de Sindicatos Cristianos (CASC) y la Unión Nacional de Choferes Sindicalizados Independientes (UNACHOSIN), con el apoyo de la Federación de Estudiantes Dominicanos (FED).
En marzo del 1965, fue celebrado el Congreso de Unidad, patrocinado por el Sindicato Unido de La Romana y POASI, donde se acordó reforzar el movimiento sindical, a través de la integración en FOUPSA-CESITRADO, para permitir que la izquierda tomara control del movimiento sindical e hiciera frente a las organizaciones financiadas por sectores patronales, sectores sindicales conservadores y políticos antinacionales.
El primero de mayo del 1970, los trabajadores se manifestaron en un masivo mitin nacional, en contra de la represión del gobierno balaguerista, donde participaron, el Colegio Dominicano de Ingenieros y Agrimensores (CODIA), la Federación de Ligas Agrarias Cristianas (FEDELAC), la Unión Nacional de Chóferes Sindicalizados Independientes (UNACHOSIN), el Frente Obrero Pro Sindicatos Autónomos-Confederación Sindical de Trabajadores Dominicanos (FOUPSA-CESITRADO) y la Confederación de Sindicatos Cristianos (CASC).
En el año 1978, tras la llegada al poder del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), se inició una etapa de redefinición y formación de nuevas corrientes sindicales. A partir de ese momento, el movimiento obrero, se convirtió en un poderoso instrumento de lucha popular que brindó al pueblo dominicano, la impresión de que, los trabajadores, no solo estaban organizados, sino también protegidos, con capacidad para velar por sus propios intereses y legítimas reivindicaciones.
Sin embargo, con el paso del tiempo, esa realidad cambió significativamente en el país, porque el proceso que comenzó con la revolución industrial y que, subsiguientemente, avanzó hacia las puertas de la globalización, terminó desmantelando al sindicalismo no solo en la República Dominicana, sino también en el mundo.
Este fenómeno que desmembró la clase obrera, silenció, también, el ensordecedor canto de las protestas sociales, apagando con esa misma determinación las voces del proletariado que en diversas oportunidades había doblegado el pulso a tiranos y explotadores, dejando reducido, su accionar, a una entelequia que apenas puede respirar y alimentarse de las migajas que caen del sistema capitalista.
En la actualidad, ya no quedan sindicatos con capacidad para levantar la bandera del decoro en contra del aparato capitalista privado. La desaparición de las grandes y otrora, combativas centrales sindicales, ha sido casi total. Las que aún sobreviven, solo mantienen sus siglas y, con ellas, a un grupo de burócratas, envejecidos, arrinconados y desacreditados. Por esa razón, los trabajadores, tienen que asumir su propia causa, para que mínimamente se considere un reclamo como el que, actualmente, hacen los afiliados de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP).
La supremacía de la clase empresarial, ha quedado claramente reflejada en la debilidad de nuestros seudo sindicalistas, para exigir tan siquiera –en la mesa de negociación–, una mejora de las condiciones de vida del trabajador dominicano, cuya economía familiar ha sido bruscamente golpeada, quedado sin espacio para crecer y desarrollarse en medio de las dificultades acontecidas a raíz del surgimiento de la pandemia del Covid-19.
En República Dominicana, a pesar de que existe una larga historia de hombres que engrandecieron la lucha de los trabajadores, como fueron, Mauricio Báez, Hernando Hernández, Justino José del Orbe, Julio de Peña Valdez, Miguel Soto y Barbarin Mojica, paradójicamente, el movimiento sindical, cayó en las manos de la degradación moral, por la falta de carácter de oportunistas como Rafael “Pepe” Abreu, Gabriel de Rio, Jacobo Ramos, José de los Santos, entre otros, quienes en nombre de la clase obrera, han mancillado su legado.
Por Fitzgerald Tejada Martínez