Como dominicanos, como país, debemos cuestionarnos, si esta sociedad que tenemos, tan dividida y desigual, con tantas injusticias y abusos, si fue para esto que Duarte se sacrificó tanto, incluso morir solo y olvidado en la diáspora de un país lejano. Fue para lo que tenemos hoy que, Francisco del Rosario se hizo fusilar en la frontera proclamando “yo soy la bandera dominicana”.
Tenemos que, insistir en preguntarnos de que valió el Grito de Capotillo, el ajusticiamiento de Ulises Eureaux (Lilís), de Ramón Cáceres (Mon) y más tarde de Trujillo. Sirvió de algo la muerte de Manolo en las Manaclas, la sangre de las Mariposas (las hermanas Mirabal), la guerra de abril del 65, los malditos 12 años de Balaguer, brazo derecho de Trujillo.
Fue éste, el país que tenemos, la voluntad y el deseo de Amin Abel, Orlando Martínez, Gregorio García Castro, Narciso González, entre otros. Toda esa sangre derramada, tantos sueños, sacrificios, sudor y lagrimas en realidad fueron todas en vano…
“Los pueblos que no conocen ni aprenden de su historia, están condenados a repetirla”. Esa oración tan conocida del filósofo español Jorge Ruiz de Santayana, daba la bienvenida a los visitantes del campo de concentración en Auschwitz, Alemania.
En verdad les digo que, es tiempo de despertar, tenemos que cuestionarnos, porqué nos siguen engañando y porqué lo seguimos permitiendo. Primero fueron los españoles que nos robaron y exterminaron nuestra raza indígena, luego los ingleses nos siguieron robando, después los franceses y ahora los “loases” haitianos nos tienen durmiendo.
Hay que despertar, en la actualidad tenemos también un padrastro abusador (Estados Unidos), el imperio del norte con el que, inevitablemente tenemos que negociar un trato más justo, menos onerosos, más equitativo y proporcionar, como tiene que ser, pero hay que despertar.
Cuando la mayor parte de la población de un país se encuentra alejada del ideal de sus mejores hijos, las posibilidades de alcanzar el bienestar, para esas mayorías, son escasas.
Construir una sociedad, una nación, como fue el sueño de nuestros forjadores, requiere desterrar del seno de la misma, la desigualdad, la impunidad, la corrupción, el clientelismo y el tráfico de influencias.
Quienes permiten que la inmoralidad, revestida de legalidad, tenga justificación, están traicionando a todos los hombres y mujeres de este país, que dejaron de pensar en sí y sacrificaron sus goces materiales y sus vidas en pos de darnos una patria.
No tenemos una gran historia que mostrar, apenas unos soñadores con aires de independencia, una república bananera, para los que se hacen llamar “el primer mundo;” pero puede que, más tarde que temprano, decidamos caminar el camino con nuestro propio esfuerzo y eso si lo tiene que entender todo el mundo…
Por Ebert Gómez Guillermo