Aunque la idea no es agradable a los oídos de miembros de las ONGs que procuran socavar nuestra soberanía, consignar una construcción ya existente y en desuso para usarlo como cárcel para extranjeros, lo creemos viable y razonable.
Las sucesivas huidas en masas de prisioneros de alta peligrosidad en el vecino país de Haití, no sólo ponen en peligro la frágil paz del pueblo dominicano, sino que acarrea gastos para la seguridad de nuestros acaudalados pobladores, dominicanos y extranjeros y pone en peligro el clima seguro para la inversión privada.
En el país existen edificios abandonados de lo que eran hoteles, que bien podrían ser adquiridos por el gobierno dominicano, a los fines de destinarlos para albergar a los fugados en Haití que sean apresados aquí y para quienes hayan reincidido en delitos como el ingreso ilegal al país.
No sería ilegal. Sería más bien, sui generi. Además, permitiría que los derechos de los ingresados, con sentencias o bajo el régimen de provisionalidad, sean monitoreados y garantizados.
En las calles de las ciudades en pleno auge de desarrollo, nos topetamos a diario con personajes raros, que podrían ser escapados de cárceles y representan un peligro inminente para quienes no contamos con status económico con el cual garantizar la seguridad física y material.
Aparte de que las autoridades nacionales no cuentan, según parece, con mecanismos internos de información que les suministren nuestras opiniones, sería importante crear alguna institución receptora de ellas y hacerlas valer de alguna manera.
Nos hacen la de a oídos sordos, palabras necias. Lo hacen los alcaldes, diputados, autoridades judiciales y hasta los presidentes de turno. Es una rara democracia, donde se pone el oído en el estómago y no en el corazón.
No existen formas para controlar a los incontrolables que se fugan masivamente de las cárceles haitianas. Ni las autoridades del vecino país, aún con el contingente de fuerzas policiales de Kenya van a poder con la avalancha de delincuentes altamente peligrosos.
República Dominicana podría hacerles frente, siempre que se realicen redadas para la toma de huellas dactilares, se verifiquen en 24 horas y se depuren los detenidos, de los cuales se extraerán los positivos que irían a parar a esas instalaciones de seguridad hasta tanto legalmente se declare su status migratorio.
No pretendemos que República Dominicana cargue con él lastre de la inseguridad que tiene el gobierno de Haití. Pero es la única forma viable mantenerlos a raya. No hablamos de la construcción de un centro de retención de extranjeros ilegales, como sugiriera le Dirección General de Migración el año pasado. Hablamos de una cárcel de máxima seguridad para los extranjeros buscados en su país de origen y que andan escondidos en nuestro país.
Mejol suelto en eledé, que pleso en Haití
En una ocasión, un ciudadano haitiano cuyos rasgos delincuenciales se notaban al ojo, me confesó que había venido huyendo de las autoridades de su país y que se siente mejor libre aquí, que preso en Haití. Esa es una visión generalizada entre los nacionales de Haití, que está bien para ellos, pero no para nosotros.
Por Carlos Ricardo Fondeur Moronta
El autor es periodista, crítico de cine, residente en Santiago de los Caballeros