Esa palabra se repite mucho en nuestros días, cada vez con más rabia, cada vez con más impotencia. La clase política que hemos heredado, desde ante antes de la creación del Estado Dominicano como tal, han distorsionado y corrompido nuestras principales instituciones.
De ella nace la violencia con que vivimos en la actualidad. La justicia que es lo contrario, tiene un valor superior a la ley, acatar la ley es un acto de disciplina, aunque lo cierto es que, en la barbarie en que vivimos muchas veces se convierte en algo injusto e inmoral.
Nuestro modelo democrático, altamente corrupto, impuesto por la cuna del capitalismo, basa su poder en el dinero por encima de otros valores. La falta de equidad y equilibrio favorece y, de hecho, es la madre y raíz del modelo injusto en el que vivimos.
Gobernar un pueblo como el nuestro requiere de mucho equilibrio, entre quienes lo poseen todo y la gran mayoría que no tiene nada. Ni populismo ni caridad, ambos son opuesto a la justicia. Detrás de todo favor, prebenda, dadiva existe una complicidad con el mal de la corrupción.
El Plan social de la Presidencia por ejemplo, los miles de millones que se destinan para matarle el hambre a un pobre por un día, destínenlos a la creación de fábricas y talleres en los barrios pobres con el auspicio de Infotep, no me des el pes un día, enséñame a pescarlo y comeré todo el resto de la vida.
Con medidas como esta se puede iniciar reparando un poco la falta de equidad que engendra la violencia, no es con un mejor policía, aunque eso también es necesario. Solo hay que pasar por uno de estos barrios y ver la gran cantidad de juventud ociosa y sin ninguna oportunidad.
¨Toda violencia es un efecto de causa, sólo puede suprimirse reparando el desequilibrio que la engendra¨.
Por igual también existe un Ministerio para la Juventud, nunca he visto un equipo del mismo haciendo nada en ningún barrio de estos donde abunda tanta juventud, necesitada hasta de un consejo.
Como estamos y vivimos hoy, es un logro de la violencia que se nos ha impuesto durante muchas décadas, por encima de todo derecho, de la constitución, las leyes y la negación de conquistas sociales reconocidas universalmente.
Este pueblo está sediento de justicia, del reconocimiento de derechos, pero también de la reclamación de deberes de parte del Estado que debe enseñar con el ejemplo. Nuestro sistema de aplicación de justicia, además de ser insuficiente es una aberración.
Reconocemos las buenas intenciones del presente gobierno, pero ya ustedes saben que se dice de las buenas intenciones, sería mejor hacer sinceras esas intenciones ante la oportunidad y realidad planteada, eso y sentido común espera y necesita este país y su gente.
Por Ebert Gómez Guillermo