El debate presidencial del miércoles tiene un aura que ningún mortal podría vulnerar, como ha sido reflejar el elevado nivel de fortalecimiento alcanzado por la democracia dominicana a lo largo de más de sesenta años de ardua lucha del pueblo dominicano por conquistar y afianzar sus libertades esenciales.
Esa confrontación de ideas entre los candidatos Luis Abinader, Leonel Fernández y Abel Martínez trascurrió según un libreto diseñado para cumplir con la fórmula mágica de consistente en que los tres contendientes salieron airosos, o que cada quien dijo lo que tenía que decir o silenció lo que debía callar.
Lo lógico, sensato y previsible era que el presidente Abinader centrara su participación en ese debate en ofrecer estadísticas sobre el desempeño de su gestión, como también fue comprensible que el doctor Fernández, rebatiera la mayoría de esas cifras.
Dado el hecho de que Martínez es el único entre los tres que no ha sido presidente de la República, lo obvio sería que dirigiera su participación en un plano potencial combinado con críticas al desempeño del gobierno.
Abinader ancló en estadísticas oficiales o de organismos multilaterales, Fernández combinó sus objeciones a esos datos con referencias también de lo que cree éxitos de sus tres gestiones de gobierno, en tanto que Abel navegó por la libre entre todos los temas planteados.
No resulta fácil demostrar que hubo un empate técnico, pero tampoco adjudicar a cualquiera de los contendientes una victoria clara o sin correr el riesgo de incurrir en parcialidad o superficialidad, en razón de que ese debate no se equipara a un juego de pelota.
Creo que Fernández tuvo un desempeño como siempre lo ha hecho; el presidente Abinader en su rol habitual y que Martínez navegó entre esos estadistas sin mayores contratiempos pero, en sentido general, con algunos traspiés, los tres competidores se acercaron a las expectativas.
Gran parte del público creyó que ese debate presidencial emularía a uno de los carteles de lucha libre del fenecido Jack Veneno, por lo que verían “destreza, agilidad, coraje, saltos mortales, hombres por los aires”, pero se trató de una confrontación cívica sostenida en principios democráticos.
El triunfo corresponde a todos, porque el debate sirvió para motivar a la ciudadania a ejercer el sufragio en las elecciones del 19 de mayo, cuyos resultados dirán cuál de los tres contendientes ganó esa contienda presidencial, aunque es claro que la mayor ha sido para la democracia dominicana.
Por Orión Mejía