No sé si a la mayoría de los que leen mis artículos, les ha sucedido algo que en ocasiones me ocurre con algunas personas muy queridas, y que me incomoda en unos niveles sumamente elevados.
Tiendo a ser muy expresiva compartiendo situaciones que me suceden en el diario vivir, especialmente con las amistades en quienes confío, pero algunas veces me ha pasado que, luego de comentar algo que pienso hacer, decido dejarlo sin efecto, quizás porque no era el momento oportuno, o porque las consecuencias pudieran ser diferentes a lo esperado.
Es justamente en ese instante, cuando le comento el cambio a esa persona especial para mí, y ella me dice de una forma muy segura lo siguiente: “Yo te lo iba a decir, nunca estuve de acuerdo, pero realmente no me atreví para que no fueras a sentirte mal”. ¡Qué coraje!
Generalmente respondo irritada, porque entiendo que si alguien en quien confío plenamente, me comenta algo con lo que no estoy de acuerdo, entiendo que le interesa mi opinión, sobre todo, si es un tema delicado. Yo de manera personal, corro el riesgo de emitir mi juicio, antes de que esta se vea envuelta en una situación desagradable, que quizás se pudo evitar.
Es recomendable, desde mi punto de vista, opinar antes, o en su defecto, si las cosas sucedieron como pensamos y no lo dijimos en el momento oportuno, mantenernos con la boca cerrada, siendo censurados por nuestra conciencia, cuando suceda algo que pudimos evitar.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica